Dejamos el coche en el aeropuerto de Trelew y nos tomamos el avión a Buenos Aires, sabiendo que nos aguardaban pocas horas con la familia antes de iniciar el viaje tan soñado.
Cenamos en la casa de mis padres y salimos muy temprano en la madrugada y antes de las cinco y media ya estábamos haciendo el check in en Ezeiza.
El vuelo finalmente salio casi una hora demorado, pero el Salón Centurión se encargó de que casi no nos diéramos cuenta.
Finalmente llegamos media hora tarde a Miami, pero la chica del Rent a Car se encargó de volverla a transformar en una hora. Por suerte nos dieron terrible Chevrolet Impala, lo que hizo que se me fuera todo el mal humor.
De ahí fueron cuatro horas de ruta hasta Orlando. Teníamos pensado pasar por el Best Buy para retirar la cámara que habíamos comprado por internet, pero como vimos que ya no llegábamos por la hora hicimos un viaje mucho más tranquilo y hasta paramos a cenar en mitad del camino en la Turnpike en nuestra primera comida americana, los chicos pidieron Pizza Hut y nosotros no nos hicimos rogar.
Ni bien nos registramos en el hotel en Miami, dejamos a los chicos durmiendo y salimos al Wall Mart para aprovisionarnos de frutas y verduras para los dos días de Orlando y así tratar de esquivarle un poco a tanta comida rápida en los parques, las Baby Carrots nos acompañaron hasta Los Ángeles.
Nos acostamos tarde, pero felices.
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