Cuando estuvimos averiguando con Caro cuál era la mejor forma de conocer el Golden Gate leímos por todos lados que lo mejor, por la longitud que tenía, por el clima y para aprovechar para conocer los alrededores, era hacerlo en bicicleta, y terminó siendo una de las mejores decisiones de todo el viaje.
Fuimos hasta la zona del Fisherman´s Warfh (ya habíamos reservado por internet el día anterior) y retiramos tres bicicletas, una de ellas con una especie de apósito posterior, el "tag-a-long", que es como una bicicleta chiquita sin la rueda delantera que se adosa con un muelle a la parte trasera de otra, de esa forma el adulto pedalea y maneja, mientras el chico, atrás, ayuda también con el pedaleo y va más seguro.
Primero nos había dado un poco de miedo el tema de las colinas de San Francisco para andar en bici, pero las subidas muy pronunciadas uno las hace caminando y para el resto sirven las marchas, así que descubrimos que fue la mejor opción.
Por fin subimos al Golden Gate y la felicidad fue completa.
Después seguimos pedaleando hasta Sausalito, que es un pequeño pueblo frente a San Francisco, que por los coches que vimos en la calle debe ser un "poquitito" caro. Ahí almorzamos de nuevo cangrejo (que si bien no estaba mal, era verdad eso que en el Joe Crab´s de Miami se come el mejor cangrejo).
Volvimos a San Francisco en el ferry con las bicicletas...
El ferry nos dejó en el Pier 1, y nosotros teníamos que devolverlas en el Pier 45, lo que nos permitió conocer toda la zona de muelles con un atardecer precioso.
Antes de devolver las bicicletas, aprovechamos y completamos una nueva casilla del recorrido culinario de Caro, los buñuelos de Oreo del Codmother, una bomba en el paladar.
Justo al lado encontramos un puestito de empanadas argentinas, bien el muchacho, no las probamos, pero estaba lleno adentro, no hagan la multiplicación de cuánto puede costar la docena porque se desangran.
Otra vez a pie nos tomamos un colectivo hasta Little Italy (muy little ultimamente) y Chinatown, que es realmente enorme. Compramos algunos recuerdos y cenamos, obviamente, comida china, pero china en serio.
Y para cerrar un día inolvidable, la galleta de la fortuna me regaló algo que ya sabía hace rato...
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